Me convertí al Islam a la edad de 20 años, y fue un momento decisivo en mi vida. Faltaba poco para que cumpliera 21 años, y mis amigas esperaban que celebrara la ocasión en una discoteca o comprando alcohol legalmente (en los Estados Unidos la edad mínima para comprar alcohol es 21). Se sorprendieron al descubrir que me había convertido en musulmana y que no tenía ninguna intención de aceptar sus invitaciones para salir de fiesta. Esas mismas amigas comenzaron a retirarse de mi vida una por una como soldados heridos en una batalla que ya no podían luchar. Esta fue mi primera prueba de fe. Mi mentor, el que facilitó mi Shahadah (testimonio de fe), me había advertido que me vería afectada por dificultades tras abrazar el Islam. El abandono fue una de ellas. Él lo describió como el último intento desesperado de Satanás para desviarme de mi verdadero propósito: adorar al Creador.
Después de casi dos décadas, la lucha continúa y ahora las pruebas han tomado diferentes formas. Una vez que Satanás se da cuenta de que no hay marcha atrás, nos hace perder el tiempo, hasta que nos damos cuenta de que han pasado años y hemos descuidado nuestros deberes religiosos. Hay un dicho que dice: “La edad no es más que un número”, pero la edad de cuarenta años tiene un significado especial en el Islam. Con respecto al envejecimiento, Alá dice en el Corán: “… Cuando alcance la madurez, al llegar a los cuarenta años, debe decir [en súplica]: “¡Oh, Señor mío! Haz que sepa agradecerte los favores que nos has concedido, tanto a mí como a mis padres, y que pueda realizar obras buenas que Te complazcan. Concédeme una descendencia piadosa. Me arrepiento a Ti [de mis pecados] y soy de los musulmanes” (46:15).
Teniendo en cuenta este verso, he aprendido a apreciar las arrugas y ojeras y los demás cambios que vienen con la edad. En lugar de ser algo de que avergonzarse, son insignias de honor, un testimonio de mis experiencias, buenas y malas, y el conocimiento que he obtenido como resultado. También significa que pronto habré vivido más de mi vida como musulmana que como no musulmana. El verso anterior destaca la importancia de alcanzar este hito y nos exhorta a estar agradecidos y a entrar en este período de tiempo con humildad y sumisión, esperando el placer del Altísimo. Se nos recuerda que nuestros días están contados y, como tal, debemos centrarnos en nuestro destino final.
No hay mejor prueba del inmenso valor que tiene la edad de cuarenta años que el hecho que Alá lo menciona en el Corán y que le encargó al Profeta Muhammad, la paz sea con él, con su misión a esa edad exacta. El Profeta Muhammad, la paz sea con él, solía pasar largos períodos de tiempo en profunda reflexión en las montañas alrededor de La Meca, y finalmente recibió su primera revelación de Alá mientras estaba en la cueva de Hira en su cuadragésimo año de vida. Como sabemos, el Profeta Muhammad vivió una vida ejemplar tanto antes como después de alcanzar la profecía, pero es interesante que comenzó a recibir revelaciones a la edad de cuarenta años. Ibn Kathir dijo en su Tafsir del Corán, con respecto al versículo 15 del capítulo 46, que cuando un hombre (o mujer) alcanza los cuarenta años, su “intelecto entero, comprensión y paciencia alcanzan el nivel de madurez”.
Aunque no he celebrado un cumpleaños desde que me convertí en musulmana, al menos no en el sentido tradicional, mi familia todavía me llama o me envía mensajes para felicitarme, y todavía recibo regalos ocasionales. Cuando era más joven, les preguntaba en broma (medio en broma, medio en serio): “¿Por qué debemos celebrar cuando estoy un año más cerca de mi muerte?”. La realidad es que nuestro último aliento se acerca cada vez que respiramos, y cada paso que damos sobre la Tierra nos acerca más a nuestra tumba. Hasan al Basri, que Alá tenga piedad de él, dijo: “No eres más que un número de días, y cada vez que un día pasa, una parte de ti fallece”. El Profeta Muhammad, la paz sea con él, también mencionó que el promedio de vida de sus seguidores es de sesenta a setenta años (Tirmidhi). Por lo tanto, una vez que lleguemos a los cuarenta, debemos esforzarnos por prepararnos para nuestra partida de este mundo.
La gente rara vez habla de la muerte; es un tema que nos hace sentir incómodos. Es “el elefante en la habitación” para cada ser humano, esperando, al acecho, como nuestra única garantía en este mundo impredecible. Sin embargo, debemos enfrentar nuestra realidad mortal, y el Profeta, la paz sea con él, nos enseñó que deberíamos “Recordar a menudo al destructor de placeres”. Esto nos recuerda que no debemos ocuparnos tanto con el entretenimiento y buscando el éxito y la felicidad mundanal. Cuando nuestra alma se separe de nuestro cuerpo, el fruto de nuestro trabajo se perderá, excepto lo que se ofrece de adoración y buenas obras. Nuestro legado depende de los actos continuos que sigan beneficiando, como la caridad, el conocimiento beneficioso y las oraciones de nuestros hijos piadosos.
Esto me llevó a reflexionar y evaluar mi viaje en el camino del Islam a lo largo de los años. Me pregunto, ¿Qué he ganado? ¿Qué he perdido? ¿Dónde podría haber mejorado? ¿Qué puedo hacer ahora para remediar cualquier daño hecho? En esta autoevaluación, espero encontrar la motivación para mejorarme como musulmana, como hija, como hermana, como madre, como esposa y como persona, con la ayuda y guía de Alá. También quiero que mis lectores que tienen menos de cuarenta años reflexionen sobre sus propias experiencias y, en lugar de esperar hasta los cuarenta para mejorar, que comiencen ahora mismo. Si Alá así lo desea, una vez que alcancen esta etapa, tendrán menos arrepentimientos y más triunfos. Para aquellos de mi edad y mayores, tal vez puedan compartir sus propias palabras de sabiduría con sus hijos y con nuestras generaciones más jóvenes, como lo han hecho nuestros predecesores por nosotros. Hasan al Basri dijo: “El mundo es de tres días: en cuanto a ayer, se ha desvanecido junto con todo lo que había en él. En cuanto a mañana, es posible que nunca lo veas. En cuanto a hoy, es tuyo, así que trabaja por él”.
Estas hermosas palabras nos enseñan que no debemos detenernos en el pasado. Nuestras vidas son lo que Alá ha querido, y cada experiencia nos ha convertido en los seres humanos inevitablemente defectuosos, pero siempre esperanzados y determinados que somos hoy. El Profeta Muhammad, la paz sea con él, dijo: “El remordimiento es parte del arrepentimiento” (Ibn Majah). Por lo tanto, lamentaremos el tiempo perdido, las oportunidades perdidas y los errores cometidos. Sin embargo, en lugar de permitir que nuestros cargos de conciencia nos consuman, podemos usarlos como recordatorio de que todavía tenemos tiempo para hacer las paces. Mientras vivamos y respiramos, podemos volver a nuestro Señor. El Mensajero de Alá, la paz sea con él, dijo: “Aprovecha los cinco antes de los cinco: tu juventud antes de tu vejez, tu salud antes de tu enfermedad, tus riquezas antes de tu pobreza, tu tiempo libre antes de tu trabajo y tu vida antes de tu muerte” (Al Hakim).