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Una Mision de Amor

Published September 20, 2016

By Nahela Morales

A medida que inicié mi viaje más importante de Dawah a México, me puse a reflexionar y pensar en mis últimas tres misiones de divulgación. “¿Por qué era este el más importante?”, Me pregunté a mí misma, siendo que estaba viajando con menos equipaje y sola. Sin embargo, la respuesta era que iba para llamar a mi abuelita al Islam, mientras se encontraba en su lecho de muerte, y no sería algo fácil. Ver a mi familia angustiada y sentimental sería difícil, también. Hice este viaje en exclusiva para ella, para mi abuelita. Ella pidió verme y yo tomé esta solicitud como mi última oportunidad para transmitir el mensaje del Islam a ella. Mientras estaba volando sobre el Golfo de México le supliqué al Todopoderoso que abriera su corazón e hiciera que sus últimas palabras sean las mejores palabras, las palabras de Tauhid.

Ha sido bastante tiempo desde que soy musulmana y he pasado por varias pruebas pero esta era la primera vez que Alá me estaba probando con la muerte. La muerte siempre parece estar tan lejos hasta que lo estás presenciando realmente. Para una conversa, la muerte es aún más aterradora y una de nuestras peores pesadillas. La idea de perder a un familiar me recuerda a nuestro amado Profeta Muhammad, la paz sea con él, cuando intentó llamar a su tío, Abu Talib, al Islam sin éxito.

Hoy estoy experimentando esto con la posibilidad de perder a mi abuela quien me acogió desde los 3 meses hasta los 5 años. Durante visitas previas, nos habíamos sentado a conversar pero debido a su edad, siempre terminaba la conversación para evitar molestarla. He suplicado muchísimo, pidiéndole a mi Creador que me ayude con las mejores palabras para decirle. Como dije anteriormente, este viaje era diferente porque no llevaba 10, 11, o 12 maletas llenas de donaciones para los musulmanes de México, ni iba con un grupo de voluntarios. En el pasado, visitaba a mi familia por algunos días antes de visitar a las comunidades musulmanas para proporcionarles materiales islámicos, para dar una lectura o para ayudar a restaurar una mezquita. Sin embargo, me sentí más bendecida en poder compartir una conversación privada con este ser tan maravilloso quien me cuidó incondicionalmente.

Al llegar, rompí en llanto viéndola tan débil, delgada y con oxígeno; como mínimo fue devastador. Una tía me aconsejó que saliera y me lavara la cara porque mi abuelita me necesitaba fuerte y no llorando. Cuando regresé al cuarto me fije en una pintura de la Virgen de Guadalupe, una imagen de María, la madre de Jesús, que es venerada e incluso adorada en México, y claro, me incomodó un poco porque la consideraba un obstáculo para mi misión.

Mi abuela se despertó y al ver que yo estaba allí, ella sonrió y me pidió que me acercara. La abracé como siempre, apretándola con todas mis fuerzas. Ella gritó y dijo: “¡Tú me vas a romper!” Nos reímos y nos contemplamos la una a la otra. Yo le dije que la amaba y que todo iba a estar bien. Ella preguntó por mi hijo y le dije que estaba bien y en la escuela. Le dije, “Estoy aquí para ti, para cuidarte sin interrupciones, sólo tú y yo”.

Mi visita fue corta pero pareció larga debido a los momentos agradables que pasamos juntas. Yo tuve la oportunidad de darle de comer, bañarle y durante todo tuvimos varias conversaciones acerca de la unicidad de Dios. Una hermana de la comunidad de la Ciudad de México llamada Nabíla se unió a mí para ofrecer su apoyo, el mejor regalo que Dios me envió, mashaAllah. Con su ayuda, pudimos hablar con ella y el resto de mi familia sobre el Islam. También durante su visita dimos Shahada a una joven local que se encontró con ella en el autobús de camino a verme. Al tercer día de mi visita, mientras la hermana Nabíla y yo salimos, el retrato de la Virgen de Guadalupe había sido retirado de la pared.

La última noche que pasé al lado de mi abuelita le pregunté si creía en Dios como el Todopoderoso y el único Creador y ella me respondió que sí. Le pregunté: “¿Quién es Jesús?” Ella respondió: “Un mensajero de Dios”. Le pregunté si ella cree que él es el hijo de Dios, a lo que ella respondió que no. Trate de introducir la segunda parte del testimonio de la fe, pero ella se sintió abrumada. Me pidió que dejara las cosas así, ya que nunca había oído hablar del Profeta Muhammad, la paz sea con él. Al regresar a los Estados Unidos le comenté al imam local del incidente y él me informó que debido a su edad avanzada (104 años) y condición, fue suficiente, y Alá sabe mejor.

Hoy me siento aquí muy agradecida por la oportunidad de completar esta misión y la oportunidad de ver a mi abuela por diferentes motivos. Fue maravilloso pasar tiempo con ella a pesar de que extrañe mucho a mi hijo, ya que nunca había estado lejos de él. Tampoco había visto a toda mi familia tan unida y dispuesta a escuchar lo que tenía que decir. Todos hicieron muchas preguntas y, por primera vez, después de todos estos años, sentí su aceptación y amor. Le pido a Dios que guíe nuestras familias, que nos dé la sabiduría para transmitir el hermoso mensaje del Islam, que los colme con la misma dulzura que hemos sido bendecidos y que nos permita vernos tanto en esta vida como la siguiente. Amen.

Nahela MoralesAuthor Nahela Morales is a Mexican convert to Islam and has participated for more than five years in Islamic propagation and activism, both in the US as in Mexico. Nahela Morales es una conversa al Islam mexicana y ha participado por más de 5 años en la propagación islámica y el activismo, tanto en los EE.UU. como en México, donde viaja con frecuencia para distribuir materiales islámicos.

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