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CON UN TRAPO EN LA CABEZA

Published February 13, 2017

By Karonlains-Alarcón Forero

La nueva musulmana, durante el proceso de su conversión, vive una trasformación en sus creencias básicas y su visión del mundo; esto afecta su apariencia física y su manera de ser. Este cambio es natural y en ocasiones llega muy fácil. Sin embargo, es uno de los que tiene más repercusiones personales y sociales: el vestuario, el maquillaje, los accesorios, la forma de comportarse. Todo se trasforma en una actitud de modestia que a veces choca con lo que la gente está acostumbrada, sólo porque un día durante esta transformación la nueva musulmana siente que ya no necesita usar licras ajustadas o lucir escotes amplios para ser mujer.
Algo dentro de ella cambia, y sus muslos, senos, cintura, y su cuerpo en general dejan de ser una pieza en exhibición para convertirse en partes integrales de lo que es. Deja de creer que “la que no muestra no vende,” para preguntarse: “¿Acaso estoy en venta?”
En medio de este proceso está la decisión de usar el hiyab, o la vestimenta de la mujer musulmana. Se use todo el tiempo o sólo en algunos momentos, representa una actitud frente a la vida y la exteriorización de un sentimiento interno y profundo en la vida de la creyente. Una mujer puede tener la más completa convicción sobre el uso del hiyab como emblema de su fe, de su dignidad y modestia; o puede estar trabajando a través de los desafíos de ese aspecto importante de rendirse a Dios, mientras que ese proceso aún no ha llegado a su conclusión.
Cuando viví en Egipto, una de las primeras cosas que noté fue la apariencia femenina: si bien muchas mujeres usan hiyab, alhamdulillah, había otras que llevaban puesto un bonito trapo en sus cabezas. Y he visto trapos de colores, con letricas, con adornos, grandes, pequeños, moñitas y un sinfín de cositas. Ahí conocí la diferencia entre lo que es realmente usar el hiyab y taparse el pelo con tela.
Al llegar a este nuevo país de mi natal Colombia, me advirtieron que no podía salir a la calle sin hiyab, pero no me dieron una razón islámica, no me hablaron de la sumisión a la voluntad Divina, ni del recato, ni del decoro, que es lo que nos ordena Alá según el siguiente verso:
“Y diles a las creyentes que recaten sus miradas, se abstengan de cometer obscenidades, no muestren de sus adornos más de lo que está a simple vista…” (El Corán 24:31).
En su lugar, me explicaron que en Egipto algunos hombres tratan a las mujeres sin velo como si fueran prostitutas, así que para evitar inconvenientes – sobre todo teniendo en cuenta mi apariencia extranjera – sería mejor que me cubra.
Esta recomendación me llevó a reflexionar acerca de la vestimenta islámica en Egipto, o en otros países donde su uso es más tradicional que espiritual. Algunas mujeres no usan hiyab, pero se tapan el pelo, porque así lo impone su tradición, la costumbre del país, o porque lo exigen sus parientes, o porque deben camuflarse mientras anden en público o de lo contrario atraerían la atención. Pero definitivamente, el hecho de que lleven tela cubriendo el cabello no hace que tengan recato ni modestia. He visto mujeres llevando un trapo en la cabeza, pero luciendo vestidos que no cumplen con los requisitos del hiyab.
En medio de este panorama, recordé a mis hermanas en Latinoamérica que viven una situación contraria: allá cubrirse es el inconveniente. Muchas mujeres que usan hiyab permanentemente arriesgan perder su empleo, pelear con sus familiares, tener desacuerdos con sus compañeros de estudio, ser rechazadas por sus propios padres, etc., todo porque sienten una verdadera necesidad de adorar a Dios y someterse a Su voluntad.
Conozco a hermanas que hicieron shajada y al otro día Alá les dio la fortaleza para usar hiyab regularmente, otras que apenas están recorriendo el camino para encontrar esa fortaleza, otras que llevan algún tiempo en el Islam y en su camino encuentran que por diferentes motivos, todavía no pueden usar hiyab de manera permanente y prefieren tomar siempre una actitud de modestia, aun cuando no cubren su cabello. Estas hermanas no sólo enfrentan su propio proceso, sino la crítica de otros musulmanes que las señalan como personas que carecen fe.
Todas debemos vivir nuestros caminos y tomar decisiones. Cada cual tiene sus dificultades y asuntos, ambos hermanas y hermanos. Esto es algo que todos debemos recordar, porque en ocasiones nos olvidamos que solo Alá es quien juzga las acciones y las intenciones de los corazones. Omar Ibnu Al-Jattab, que Alá este complacido con él, dijo:
“Durante la vida del Profeta la revelación describía el estado de la gente. Ahora, desde que la revelación ha terminado, nosotros consideraremos a las personas según sus acciones visibles. A quien se muestra bueno lo tomamos como tal, lo aceptamos, no indagamos acerca de sus intenciones ocultas o motivos; Alá juzgará sus intenciones ocultas y lo llamará a declarar. A quien exhibe o muestra algo malo, no lo aceptamos y no le creemos, aunque afirme que su intención es buena” (Al-Bujari).
El punto es que el hiyab no sólo es una tela sobre el pelo sino muchísimo más. Representa decoro y sumisión, y en el caso de las hermanas revertidas, también es el símbolo de un proceso interior, un camino recorrido. Por eso es importante entender la diferencia entre tener un pañuelo en la cabeza y un hiyab. De nada sirve que nos cubramos con tela si sentimos que eso es tan sólo un disfraz para eventos sociales. El hiyab viene naturalmente cuando primero entran en el corazón la fe, la modestia, la dignidad y el entrego.
Recordemos que Alá lo ha dicho en el sagrado Corán: “Os hemos proporcionado (dos clases de vestidos). Uno (el convencional) es para el recato de vuestra desnudez y para lucimiento. Pero el otro, el más efectivo, es el de sentir la permanente presencia de Dios con vosotros, es el más útil y trascendental ropaje.” (7:26) La lucha por la rectitud es una dedicación de por vida. Asimismo, el cambio que enfrenta una nueva musulmana durante su transformación en nuestra sociedad es un reto, y la decisión de usar el velo es parte integral de este. El proceso puede ser largo y maratónico o una carrera de velocidad. Sea cual sea, sepamos que el velo es mucho más que tela para tapar el cabello: es actitud, reflexión, moderación, recato y una expresión de nuestra creciente fe que va más allá de la tela pero que definitivamente se refleja en ella.

Karonlains-Alarcón ForeroAuthor Karonlains Alarcón Forero is an anthropologist, writer, and a Muslim convert who has studied Arabic and Islamic Sciences. She is the Director of Maktaba, a foundation dedicated to research, consulting, and cultural management.

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